En 1890, el renombrado escritor Oscar Wilde sorprende a la sociedad de su época con la publicación de la primera parte de su ensayo «El crítico como artista», titulada «La importancia de no hacer nada». En este provocativo texto, Wilde despliega un lenguaje desenfadado y mordaz para exponer su controvertida premisa: la labor del crítico es más valiosa que la del propio artista.
Con su característico estilo irónico y perspicaz, el autor cuestiona las convenciones establecidas y desafía las normas literarias de la época. Wilde sostiene que la verdadera diferencia entre el periodismo y la literatura radica en que «el periodismo es ilegible y la literatura no se lee», una afirmación que invita a reflexionar sobre el valor de la escritura y la crítica en la sociedad.
En un tono audaz y provocador, Wilde critica la preferencia del público por la mediocridad, sosteniendo que «el público inglés se siente mucho más a gusto cuando le habla un mediocre». Asimismo, defiende la escritura de memorias, argumentando que quienes las escriben han perdido la memoria o carecen de experiencias dignas de ser recordadas.
Con su agudeza característica y su capacidad para desafiar las convenciones sociales, Oscar Wilde invita a los lectores a cuestionar las jerarquías establecidas en el ámbito literario y a reflexionar sobre el verdadero valor de la crítica y la creación artística.