En su obra «La Fe Que Mueve Montañas», Omraam Mikhael Aivanhov nos invita a reflexionar sobre el poder de la fe y la importancia de combinarla con el trabajo constante y perseverante en nuestra vida diaria. El autor nos recuerda las palabras de Jesús acerca de la fe, comparándola con un grano de mostaza que puede mover montañas si se cultiva y fortalece día a día.
Aivanhov nos enseña que la fe no es algo estático, sino que debe ser cultivada y nutrida constantemente a través de nuestros esfuerzos y logros diarios. Nos insta a no desanimarnos frente a los desafíos, sino a enfrentarlos con determinación y paciencia, desplazando «piedra a piedra» nuestras montañas internas y externas.
Cada pequeño éxito que logramos en nuestro camino fortalece nuestra fe y nos hace sentir más capaces y seguros de nosotros mismos. A medida que avanzamos, podemos mirar atrás y apreciar el progreso realizado, lo que a su vez refuerza nuestra confianza en nuestra capacidad para superar obstáculos cada vez mayores.
El autor nos anima a entender que el proceso de desplazar una montaña es gradual y requiere paciencia y perseverancia. Sin embargo, nos asegura que, con fe y trabajo constante, podemos lograr grandes hazañas y superar cualquier desafío que se nos presente en la vida.